Era él quien
sabía la respuesta a una pregunta que me venía haciendo yo misma hace mucho
tiempo, pero cuál sería la razón por la que guardó celosamente sus opiniones
como si fueran secretos, probablemente pensó que podía leerlo como un libro,
por eso prefirió el silencio. En ese caso creo que las mentiras me habrían
hecho dudar menos y su silencio solo consiguió
que trate de averiguar sobre la situación, cuándo fue que todo empezó a cambiar
y por qué.
Fue un martes
el día que fui al bar donde él decía que iba para reunirse con unos amigos, esa
noche me había dicho que estaría ahí, pero nadie sabía quién es. Cuando salí del
bar me tropecé con una vecina que se preguntaba qué hacía en ese lugar, le
mentí diciendo que estaba con mi esposo a lo que hizo un gesto de desagrado
porque ella lo había visto llegando a casa, sin darle explicaciones me dirigí rápidamente
allá.
Por mi cabeza
pasaron muchas cosas que podía relacionarlas con sus acciones y luego un debate
entre si debía preguntarle dónde estuvo, pero de cierto modo su respuesta podía
cambiar nuestra forma de vivir, así que opté por nuestra comodidad e
ignorancia.
Actualmente
hubiera preferido que se trate de una simple infidelidad, cómo pude ser tan
idiota.
Mérida por la noche |
No hay comentarios:
Publicar un comentario